R Un chaval del sur del mundo, que un día a los 24 años dejó su país y con él su pasado hasta entonces para vivir y conocer el resto del mundo, tarea en la que sigue empeñado hasta el día de hoy

P ¿Cuándo comenzaste a correr?

R Fue exactamente el 3 de marzo de 1999. Sucede que yo ya practicaba montañismo. Un día, subiendo, o intentando subir una montaña en Bolivia, tuve que abandonar el intento de hacer cumbre porque el físico no me acompañó. Mientras bajaba al campamento base, escuché los gritos de cumbre de mis compañeros. Fue bastante frustrante. Entonces me di cuenta que a esa edad –tenía 41 años- si no empezaba a entrenar diariamente, chau montañismo. Así pues, empecé a correr, para poder seguir subiendo montañas. Al final, me enganché tanto con el deporte de la carrera a pie que ya no es más mi segundo deporte, sino el primero.
Como quien no quiere la cosa, en estos diez años he corrido mucho más que la circunferencia de la Tierra.

P O sea que empezaste a correr cuando ya tenías cuatro décadas arriba.

R Así es. Y la primera vez que entrené, no pude completar un kilómetro porque me faltó el aire. Hoy corro ultramaratones de 80 kms y terminado razonablemente entero. Esto espero que le sirva a los veteranos como yo, para darse cuenta que nunca es demasiado tarde para abandonar esa enfermedad malsana que es el sedentarismo.

P Antes de ese día que significó un clic en tu vida, una bisagra. ¿Practicabas algún deporte?

R Ninguno. Siempre fui, eso sí, una persona activa. Nunca usé el auto si podía ir a pie a un lugar. Creí desde siempre en el lema “si se puede ir a un lugar con los pies ¿para qué hacerlo de otra manera? Si puedo escalar una montaña ¿para qué usar la aerosilla?”

P ¿Cuál fue tu primera carrera?

R La San Silvestre, que como todos saben se corre el 31 de diciembre en San Pablo, Brasil. Yo vivía en esa ciudad en ese momento. Recuerdo que cayó un diluvio en la mitad de la carrera y yo, principiante y desconocedor, ¡pensé que todos iban a parar! Es claro que eso no ocurrió, por supuesto.

P ¿Por qué te llaman “Tiburón”?

R El apodo me lo puso un compañero de campamento en los años en que viví en Brasil. Él decía que yo era capaz de comer hasta toallas, como un tiburón.

P ¿Siempre tuviste entrenador?

R Lamentablemente no. Los primeros años fue un chocarse contra las paredes, correr como un burro millas “sucias” o sea relativamente inútiles. Al fin entró en mi vida Gustavo Represas, tal vez uno de los mejores entrenadores del país y las cosas cambiaron radicalmente. Ahora entreno con Gastón Aldave, con quien he conseguido bajar mis tiempos de 10 kms –llevándolo una vez por debajo de los míticos 40 minutos-, de media maratón y de maratón. Ya le dije que nos “divorciaremos” el día que yo gane una medalla dorada en una olimpíada, hasta entonces, está condenado a seguir a mi lado.

P ¿Cuántas y cuales maratones has corrido?

R Más de veinte, creo que 23. Casi siempre sin repetir la ciudad. Solo he repetido Buenos Aires (la corrí tres veces). Creo que la idea me surgió luego de leer el libro “Seven Summits” (“Siete Cumbres”) de Dick Bass y Frank Wells en el que cuentan como subieron la cumbre más alta de cada continente (en realidad, ellos no hicieron eso sino algo más fácil, pero eso es otra historia). Así que, me dije, ya que un veterano como yo jamás podrá ser el maratonista más rápido del país, voy a tratar de ser el que más ciudades ha corrido.
Corrí (en este orden): San Pablo, Curitiba, Buenos Aires, París, Chicago, Londres, Nueva York, Madrid, Berlín, Buenos Aires, Boston, Ámsterdam, Santa Rosa (La Pampa), Budapest, Barcelona, San Francisco, Praga, Rosario, Punta del Este, Buenos Aires, Rio de Janeiro. Mi marca personal para la distancia es 3.20.30 obtenida en Barcelona en 2006
A esto hay que sumar la “K42” en Patagonia, la “Q50” (80,5 kms) también de montaña, Conquista tu Cumbre en Payunia, Mendoza (con abandono), la Half mision en Córdoba (80 kms con 3000 metros de desnivel vertical acumulado) y seis Cruces de los Andes (Columbia 2005 a 2010)

P ¿Cuál fue tu maratón preferida, cual recomendarías?

R Es difícil elegir una sola. Todo depende. Es como elegir la mujer más linda o el vino más sabroso, depende de la circunstancia y de cada uno. Si se trata de maratones planas, para establecer marcas personales que es lo que la mayoría de los maratonistas busca, recomiendo en este orden: Berlín, Ámsterdam, Londres, Chicago y París.
En este mismo sentido, hay que evitar Madrid, San Pablo, Boston y San Francisco por los enormes desniveles, montañas diría, que tienen los cuatro circuitos.
Si buscamos una ciudad donde la gente acompañe, una ciudad que vibre con la carrera y donde uno se siente un héroe al caminar porque la gente entiende y responde, esas ciudades son Boston y Londres.
Si se busca la gloria, sin duda Boston. Es la maratón más antigua del mundo –va por su edición 112- y mientras que todas las demás han ido modificando el circuito para hacerlo más rápido y como consecuencia más atractivo para los atletas, en Boston se sigue corriendo el mismo circuito que hace 112 años. Una ciudad donde la tradición cuenta más que todo. Una ciudad bella e intelectual. Correr Boston es la meta máxima de todo maratonista pues se requieren tiempos mínimos para ser aceptado, no como en cualquier otra maratón, donde basta pagar la inscripción. Tiene un glamour que ninguna otra podrá tener nunca. Es de las pocas que se corre un lunes –que es feriado en el estado de Massachussets- y también de las pocas que empieza al mediodía. En mi caso, esto hizo que la temperatura superara los 30 grados, lo que la transformó en un infierno.
Si queremos una organización perfecta, Berlín, Londres, Boston y París en ese orden.
Si a uno le interesa el turismo que va a hacer la semana posterior o la previa, París, Berlín, San Francisco, Madrid, Boston, Ámsterdam, Chicago, Nueva York, Londres y Barcelona son todas ciudades hermosísimas.
Si uno es un corredor de elite y quiere salir en una buena ubicación, Budapest y San Francisco son buenos intentos pues tienen premios menos suculentos que las otras y atraen menos corredores de categoría mundial.
Si quiere una notablemente bien organizada, pequeña y cerca de casa: Curitiba. Tan personalizada es la atención en Curitiba, que siendo yo un corredor común y corriente, me fueron a buscar al aeropuerto y el día de la carrera al hotel. En el ómnibus que nos llevaba a la línea de largada había mantas, para que los corredores pudiéramos mantener las piernas calientes (aunque solo un brasileño podía estar teniendo frío esa mañana). Esos detalles que yo aprecio y que nunca olvidaré.
Y como sé que esto a los lectores no les alcanza y quieren que yo elija UNA, pues bien, esa maratón, todo considerado, es Berlín. Una organización tan germana que no tuve ni que llegar al guardarropa, solo aproximarme, para que el voluntario que lo atendía, que había visto mi número en el pecho, ya tuviera mi bolsa en la mano para entregármela. Y un circuito tan plano que creo que el desnivel acumulado no alcanza a ser ni de una pulgada. Todo esto unido a una ciudad bella que muy pronto será la capital de Europa si ya no lo es.

P ¿Qué maratón te costó más? ¿Cuál dejó algún recuerdo especial en tu memoria?

R Fueron dos, la primera fue la última vez que corrí Buenos Aires en 2008. Colapsé en el 31 por sobreentrenamiento previo (venía de correr Punta del Este en 3.34 cinco semanas antes y el domingo inmediato anterior había corrido 23 k en razonable ritmo). Tuve que arrastrarme con un cuchillo entre los dientes para llegar al 42.2, pero lo hice. Abandonar jamás, entregarse nunca. Pero subestimé la distancia, pensé que yo ya corría una maratón con los ojos cerrados. Craso error de soberbia que no repetiré.
La segunda fe sin duda San Francisco. La “parí” como se dice popularmente. Sucede que faltando una hora y quince minutos para la largada, yo estaba vomitando en el cuarto de hotel, empapado en sudor frío, con colitis, sentado en el inodoro y con la olla de los tallarines en la boca para … bueno… ya saben.
Pero no había viajado yo tan lejos para arrugar por una enfermedad de morondanga. Me sequé el cuerpo, hice de tripas corazón y me fui a la línea de largada. No hice un tiempo excepcional pero completé dignamente. Lo recuerdo casi con tanto cariño como la maratón de Barcelona en que hice mi mejor marca. A mi enfermedad se sumaba un circuito brutalmente montañoso. Cualquiera que ha visto la serie “Las calles de San Francisco” entiende a qué me refiero.
Es obvio que mi colitis no desapareció por arte de magia, así que debí ir de vientre más de una vez. Me acordé muchísimo del maratonista olímpico brasileño que en Sydney, frente a las cámaras y al mundo, se alivió sin baño y sin papel pues a mi me pasó exactamente lo mismo una vez, ya que no había baño químico en cientos de metros o kilómetros a la redonda. En fin, mejor lo dejamos ahí.

P En tanta carrera por el mundo ¿a qué famosos conociste?

R Conocer de veras, a ninguno. Pero puedo decir que corrí “junto” (¡a casi dos horas de distancia!) a corredores que estaban estableciendo récords mundiales mientras yo corría a algunos kilómetros de ellos. En 2002 corrí Londres junto a Khalid Khannouchi y en 2003 Berlín junto a Paul Tergat. También he tenido el honor de compartir alguna charla con Antonio Silio y Luis Migueles. Soy amigo de Antonio Chalita, Alex Foresti, Daniel Rearte y Claudio Di Stefano, todos héroes de la Maratón de Sables, probablemente junto con Badwater la carrera más dura del mundo. Soy amigo de Vicente Dragobratovic, el hombre de mayor edad a haber completado la Q50 en todas sus ediciones, del Tallarín Pereyra, campeón sudamericano de maratón en veteranos y tercero en el campeonato mundial y de Norberto Gonzalez, el hombre de más edad en haber completado el Cruce de los Andes y la Half Mision. Conocí a Silio en un Cruce también. Y me he tomado un agua sin gas con Hal Hidgdon en Chicago.
Siempre he dudado sobre qué cosa es la más valiosa que me ha dado este hermoso deporte, si la salud o los amigos.

P ¿Qué nos podés decir de la maratón de Nueva York que se ha hecho tan famosa?

R Lo primero que hay que reconocerle a los norteamericanos es que son unos genios del marketing, pues han conseguido posicionar esa carrera como “aspiracional”. No digo que no valga la pena, la ciudad es magnífica, la organización buena, impecable diría y la entrada final en Central Park, algo inolvidable.
Pero tiene varios puentes que hacen que yo la califique entre las “medianas” o sea ni plana ni montañosa. Y francamente me parece caro y sin sentido que algunos quieran correr Nueva York antes que en su ciudad. La primera maratón debe ser la de la ciudad donde uno vive. Esto ahorra mucho, pero mucho estrés. Luego, cuando se tiene experiencia, se sabe remontar el estrés de viajar, dormir en hoteles, etc.

P ¿Por qué elegiste esa distancia? ¿Por qué 42 kms?

R Porque las otras distancias de la carrera a pie, de 100 metros a media maratón, se corren con las piernas. Cualquier ser humano que no tenga limitaciones físicas y que se lo proponga y esté dispuesto a entrenar para ello, puede correr 30 kms, es un logro físico. Pasados los 30 o 32 kms, se corre con la mente y eso es lo que a mí me atrae. Ya dejamos lo físico para entrar en la metafísica. A veces siento que yo entreno todo el año para sentir dos veces por año, tan solo dos veces, esa máxima felicidad que dura casi una hora y que va del kilómetro 32 al 42. Que trabajo, duermo, como, amo, entreno y existo, para esas dos horas por año. Siento que en esos diez kilómetros entro en lo que llamo zona “alfa”. Que encuentro finalmente lo que he buscado durante décadas sin saber donde estaba. Que el resto de la vida, es relleno. Que las otras 8758 horas del año, están casi de más.

P ¿Admirás a algún atleta? ¿Quién te sirve de “guía espiritual”?

R Admiro a Emil Zatopek por su endurance, admiro a Sir Ernest Shackleton por su endurance y admiro a Marcos Corti por su endurance. Ellos son el podio de héroes que me acompaña siempre al cruzar una línea de llegada. La gente no los ve porque solo miran con los ojos, pero yo sí. Ellos me dan aliento en los últimos kilómetros, me abrazan en la llegada, lloramos juntos mientras me cuelgan la medalla de rigor. Luego se desvanecen, mientras a la distancia me saludan como diciendo: “Hasta la próxima maratón Berni”.

P ¿Qué haces el día de la semana que tu entrenamiento manda descansar?

R ¿Descansar un día por semana? ¿Vos te volviste loco o tomaste algún alucinógeno?

P ¿Tienes patrocinador?

R Lamentablemente no. Por eso no tengo casa en la playa, ni 4x4, ni quinta, ni bodega llena de botellas de vino acostadas y portando rimbombantes etiquetas en idiomas extranjeros. Mi capital acumulado no es tangible, no lo puede requisar el organismo recaudador de impuestos ni si lo pueden robar los cacos de siempre: está en mis retinas y en mi memoria. Son las calles sobre las que he corrido, los kilómetros transpirados, los atletas que he conocido mientras lo hacía. Tengo una baldosa del sagrado suelo de Barcelona, donde hice mi PR (mejor marca personal, 3.20.30) ¿Quién me quita lo bailado?

P ¿Cuáles son tus próximos objetivos deportivos?

R Pienso seguir corriendo hasta que me muera, de hecho sueño con morirme corriendo una maratón un día. Sueño con correr Sables, sueño con Badwater.
Quiero correr el Ultra Trail del Monte Blanco y antes La Misión, una carrera de montaña de 150 kms en la Patagonia argentina y en octubre 2010 la maratón de Estambul, para seguir poniendo ladrillos en mi curriculum de maratonista internacional
En enero los 30 kms de Lobos en la provincia de Buenos Aires, en febrero el Cruce de los Andes como siempre. El año pasado hicimos podio con Marcelo Rodríguez en el Cruce y nos gustaría repetirlo.
Pero mi objetivo último y el más profundo, es ser campeón mundial de maratón en la categoría 100+. Tengo el convencimiento de que lo seré. Y como faltan 48 años, recién entonces sabremos si digo la verdad, o deliro.
Finalmente, tengo el objetivo de que mi última carrera, el tiro del final como dice un tango de mi país, sea la San Silvestre en San Pablo, porque fue la primera.

P Tu blog contiene una gran cantidad de relatos escritos por ti sobre tus carreras por el mundo. ¿qué rol juega la literatura en tu vida?

R Uno tan importante como el deporte, creo que no concibo la vida sin el uno o sin la otra. Si se lo mira bien, correr y escribir son actos muy similares. Para correr hay que dejar libres los miembros inferiores, para que hagan lo suyo, vuelen, rompan récords, corten cintas, nos agoten, extenúen, nos hagan felices. Para escribir debe uno hacer otro tanto con los superiores, dejarlos que sobre el teclado hagan lo suyo, creen, inventen, sueñen, viajen y nos hagan felices

P ¿Estás satisfecho con tus logros?

R No me queda claro si la pregunta apunta a lo deportivo o va más allá

P Permíteme que reformule la pregunta: ¿Estás satisfecho con la vida que has vivido?

R El tiempo verbal da demasiado la idea de final. Prefiero responder “que estás viviendo” en lugar de “que has vivido”. Mirá, he cometido errores y sufrido caídas. De los primeros he aprendido, de las segundas me he levantado, siempre. Sí, en términos generales estoy satisfecho.  Uno vive la vida que va viviendo, de la mejor manera posible.